Cuando hablamos de Reiki, hablamos de la energía más poderosa del universo, porque Reiki es amor, amor incondicional, pero ¿qué es el amor incondicional?
El amor incondicional es aquel que siente una madre por su hijo, ese amor que va más allá de todo, no necesariamente el amor sacrificado, sino el que abraza e integra, el que acepta al otro con lo que trae y con lo que es. El que no juzga ni cuestiona. Y ¿por qué es lo más fuerte del universo? Porque es la base de su creación misma. Muy aparte de las creencias particulares de cada individuo, podemos darnos cuenta que la existencia de esta realidad no tendría sentido si no fuera por dicho amor. ¿De qué otra forma, sino, se explicaría que alguien o algo creara esta realidad que vivimos?
En Un curso de milagros se menciona que todo es amor, que todo lo que percibimos es amor y que si no somos capaces de ver el amor en todo, es porque debemos mirar más ampliamente por encima del miedo. El amor es la base de todo lo que existe y cuando el miedo, cualquiera que este sea, empaña nuestra visión del amor, nos desconectamos de la realidad y nos desequilibramos.
Este desequilibrio provoca que no fluyamos de manera armónica con el universo y puede llegar a manifestarse de muchas maneras como bloqueos que nos impiden ser felices. Cuando no logramos nuestras metas, cuando hay emociones que nos pesan, cuando la enfermedad nos agobia; son esos los síntomas de que no estamos conectados al amor incondicional que es el universo.
La energía de Reiki es energía de amor incondicional, el practicante de Reiki se conecta con dicha energía y se convierte en un canal que la transmite. Al entrar en contacto con ella, todo aquello que está desconectado del amor, vuelve a acomodarse para fluir en él. Así, los bloqueos que impiden el libre flujo del amor se restablecen, regresando la serenidad, la paz y el bienestar a la persona que lo recibe.
Sanar es entrar en contacto con el amor incondicional, el amor que dio vida a todo lo que existe, a las posibilidades de ser feliz, de ser dichoso. Cuando alcanzamos un estado de consciencia capaz de ver el amor en todo lo que es, entonces podemos tener vidas más plenas, con menos juicios y mayor aceptación.
El amor es uno de los grandes temas de la humanidad. Uno de esos en que hay muchas opiniones y puntos de vista. Sin embargo, muchas de las tradiciones espirituales del mundo han abordado el tema en su estado más elevado: el amor incondicional.
Existen muchos niveles de amor: filial, romántico, paternal, maternal. Cada uno de ellos tiene un campo de acción específico, lo cual los vuelve limitados. El amor incondicional es aquel que va más allá de los límites que los rebasa, que los trasciende. Es la aceptación absoluta del otro sin importar nada, no ignorando las particularidades del otro, sino comprendiendo que le son inherentes y que con ellas aún el sentimiento de amor prevalece.
Se ha comparado mucho el amor incondicional con el amor que una madre siente por un hijo y, quizá, sea lo más cercano, pero es aún más grande que eso. No se trata de obviar o ignorar las partes de la otra persona que nos son incómodas, sino aceptarlas, abrazarlas, entender que son parte de lo que lo conforman y que es mucho más que esas partes. Es poder ver más allá de lo que perciben nuestros sentidos y poder percibir su alma.
El amor incondicional, en muchas ocasiones, es un elemento importantísimo en la sanación pues nos ayuda a aceptar al otro y aceptarnos nosotros mismos; y, tomando en cuenta que muchos de los procesos de enfermedad se originan en la falta de aceptación de uno mismo, el amor incondicional nos conecta con el perdón, la aceptación y el merecimiento. Este último elemento se convierte en algo primordial porque nos permite hacer consciente del hecho de que uno mismo o el otro son merecedores de amor a pesar de cualquier cosa, lo que eleva la percepción de sí mismo.
Tradiciones como el budismo, el sufismo, el catolicismo y muchas otras, hablan del amor, de la necesidad de amar al otro; y quizá a lo que se refieren es justo a eso, a amar incondicionalmente, a amar sin esperar nada a cambio, a amar con todo lo que el otro ha sido, es y será. Amar sin condiciones, amar por el simple hecho de que se existe, no por los méritos, no por lo recibido, sino por el simple y sencillo hecho de que el otro es.
Aprender, transitar, el camino del amar incondicional nos confronta con las ideas del amor, pero nos abre posibilidades infinitas de compartirnos no solo con el otro, sino con el universo mismo. De mirarnos con otros ojos. Amar incondicionalmente nos conecta con la compasión, entendida como la capacidad de aceptar que el otro, al igual que uno mismo, transita una vida en la que debe lidiar con el sufrimiento, entender que el otro es otro y que al mismo tiempo es igual a uno mismo.
Emprender el camino del amor incondicional nos acerca a percibir el alma del otro, a conectarnos con nuestra propia alma. Sanar, resolver en uno mismo a través de la práctica de Reiki nos acerca a pasos firmes hacia el amor incondicional, no solo nos lo muestra, sino que hace el transitar más amable y consciente.